El cambio climático representa una amenaza emergente para la seguridad alimentaria y la salud pública, al alterar los patrones climáticos globales como el aumento de temperaturas, la variabilidad de las precipitaciones y los cambios en la humedad ambiental. Estas modificaciones afectan directamente a la ecología, distribución y persistencia de patógenos alimentarios como Salmonella, Campylobacter, Escherichia coli y especies del género Vibrio, que tienden a proliferar en condiciones más cálidas y húmedas. Además, se ha observado un incremento en la resistencia a los antimicrobianos, favorecido por el estrés ambiental. La globalización de los sistemas agroalimentarios intensifica estos efectos, facilitando la introducción de patógenos en nuevas regiones a través del comercio internacional.
Frente a este escenario, el informe subraya la necesidad de reforzar los sistemas de vigilancia epidemiológica mediante tecnologías emergentes, como plataformas digitales y modelos predictivos basados en inteligencia artificial. También se destaca la importancia de fomentar la investigación interdisciplinar sobre las interacciones entre clima y patógenos, promover políticas de mitigación eficaces y sensibilizar a la ciudadanía sobre los riesgos alimentarios asociados al cambio climático. La preparación ante eventos extremos, la mejora de infraestructuras sanitarias y la inversión en tecnologías de detección y control de microorganismos son elementos clave para una estrategia integral de prevención.